El otro día me apunté a un cursillo para mejorar mis (pocas) habilidades manejando el móvil y… sorpresa, lo primero que nos soltó el (indecentemente) joven profesor fue: Señores, lo que llevan en el bolsillo y que llaman teléfono, no es un teléfono, es un ordenador, potentísimo, que además incorpora una utilidad que le permite hacer las funciones de teléfono.
Y es cierto, mi móvil es más potente que aquellos ordenadores de los centros de cálculo que conocí, que trabajaban con tarjetas perforadas en salas climatizadas y que había que contratar por horas ya que era imposible tener una instalación como aquellas en cada empresa.
Y eso es lo que le pasa a la publicidad, mal llamada marketing, que es una aplicación de marketing.
Es lo de siempre, confundir la parte con el todo.